Quiero conocer la zona de los picos de Europa. Para ello bajo Pajares, rodeo Oviedo, paso Gijón y por la autovía de la costa llego a Ribadesella. Es un buen trecho pero llego temprano.
Aparco junto al puerto pesquero y me doy una vuelta por la población. La vista de toda la curva que da el río Sella y que forma el puerto es muy bonita. La población también está limpia y arreglada y da gusto pasear por ella. Son muchos los comercios y restaurantes orientados al turismo pero sin embargo no resulta una ciudad turística desagradable. Luego tomo el coche, cruzo el río y voy hasta la zona de playa. En estas fechas está tranquila. De todas formas la mayor parte de lo urbanizado son chalets amplios y lujosos y entonces la concentración gente no es alta. Me asomo hasta el paseo marítimo y la vista es preciosa de toda la bahía. Si fuera rico me gustaría tener uno de estos chaletazos donde el verano debe ser estupendo.
Me paro luego en la cueva de Tito Bustillo que tiene pinturas rupestres pero tiene la entrada muy controlada y restringida y no me dan posibilidad de verla hasta mediodía. Así que sigo mi camino.
Tomo la carretera que va a Cangas de Onís. Ésta va siguiendo el curso del río Sella. El paisaje es verde y todas las casas están muy integradas en el paisaje. Lo discordante son las continuas casas de turismo activo especialmente de canoas.
Al final llego a Cangas de Onís. Paro en uno de los grandes aparcamientos exteriores y gratuitos que hay y me meto en la población. No me gusta nada la población, llenísima de turistas por todas las calles y llenas de comercios para ellos.
Voy a la iglesia convertida en museo del Principado de Asturias pero no abren hasta las doce. Paso junto al puente romano que realmente es medieval y busco la ermita de Santa Cruz del siglo VIII que al final encuentro. Está al otro lado del río, está cerrada y nadie le hace caso a pesar de que probablemente es el edificio más interesante de la ciudad. Según cuentan se construyó sobre un dolmen.
Tomo de nuevo el coche y me dirijo al poblado de Cardes. Allí está la cueva del Buxu con pinturas rupestres que solo se puede visitar con cita previa y 25 personas cada día. Así que me quedo sin verla. De todas formas es curioso ver este pueblo apartado del turismo con casas, pajares y orreos realmente autenticos y en uso.
Luego continúo el camino y me desvío a Covadonga. No se las miles de personas que pueden haber en este lugar. A pesar de todo hago una rápida visita a la cueva, a la basílica y al museo en el que te arrancan 3 euros solo para ver legados hechos a la Virgen. No obstante hay algunas joyas de gran valor.
Continúo a los lagos de Covadonga. La carretera, en continua subida, es estrecha y llena de curvas pero lo más incomodo son la cantidad de domingueros con su grandes cochazos que no saben manejar y que te tiran de la carretera porque son incapaces de arrimarse a su lado acojonados por los precipicios y barreras. También es curioso la cantidad de animales, esta vez de cuatro patas, que encuentra uno por el camino tranquilamente pastando. Hay que pararse para dejar pasar a las vacas en sus tranquilos paseos. También se ven cabras y unas extrañas ovejas con pelo largo.
Al final llego a los lagos. El paisaje es impresionante. Verdes prados con altas cumbres y en medio los lagos.
Entre los dos lagos hay unas antiguas minas de hierro. Son muy parecidas al Cerro del Hierro de Constantina en la provincia de Sevilla. Antiguamente excavaban las zonas terrosas blandas que habían entre las calizas dejando un paisaje lunar parecido a un paisaje karstico de lenares. Al igual que en Sevilla posteriormente se excavó a cielo abierto haciendo un gran agujero en el centro y por medio de galerías en mina. Hay un recorrido por dentro de la mina y puedes incluso asomarte a un par de galerías que se han habilitado. También han conservado algunos raíles y vagonetas. Casi nadie hace caso de esta mina.
Me bajo de nuevo a Covadonga y luego sigo por la AS-114 hacia Cabrales.
En Arenas de Cabrales me desvío al inicio del paso del Cares que también está lleno de coches y no se puede ni aparcar. Aquí se coge también el tren subterraneo que transporta a Bulnes.
Cansado ya de tanto viaje me vuelvo a la costa y luego tomo la autovía para casa.
En esta excursión me hice más de 500 km.
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