Hemos bajado de nuevo a Villaviciosa. Para mí, junto con Lastres es una de las zonas más bonitas de Asturias. Sin embargo no es esta la causa por la que volvemos a esta zona sino la de que hoy se hace el XIV Fiesta de la Sidra. Esta celebración se hace el primer fin de semana de septiembre.
Dos actos son los que destacan en este día. El primero es la cata popular. Esta cata se realiza en la plaza donde está el Ayuntamiento. Se sitúan alrededor de la plaza puestos de distintos lagares de sidra de Villaviciosa. La gente compra un vaso de sidra por 3 euros y puede probar toda la sidra que quiera. Te dan un papel donde debes de poner la sidra que más te gusta y con ello se elije a la mejor sidrería. La cata se hace de 12 a 14 y de 18 a 20 horas.
El segundo evento es el concurso de escanciadores.
Nosotros bajamos hasta Villaviciosa sobre las once de la mañana. Como nos quedaba tiempo nos bajamos hasta El Puntal que es la salida izquierda de la ría. Allí dimos un paseo por la orilla del mar y pudimos contemplar la fuerte corriente en el canal de salida de la ría en la bajada de la marea.
Sobre las 12 h 30’ llegamos a la plaza del Ayuntamiento. Compramos un vaso para cada uno y comenzamos a probar sidra. En cada puesto te escancian un culín y puedes tomar cuantos culines quieras o te de tiempo. Nosotros probamos las once sidrerías que se presentaban y repetimos alguna. Este año han puesto algunos puestos donde venden empanadas, tortillas y cosas así y esto nos ayudó a digerir las sidras.
Mientras se realizaba la cata actuó un grupo folklórico de Villaviciosa presentando bailes asturianos. La música celta ejecutada por gaitas y tambores me erizaba los pelos. Me encanta esa música.
Tras la cata nos fuimos a comer a una sidrería a base de pescado y sidra. Nos dimos un buen homenaje a base de bigaros, chopitos, langostinos, chopa de pescado y postre. Nos costó algo más de 70 euros. La sidrería se llama “El Cañu” y está en la calle del Carmen.
Tras esto nos fuimos a ver una ermita para que nos diera el aire. En principio buscábamos la de San Juan de Amandi pero acabamos en la de Santa María de Lugás. Esta última está en lo alto de un cerro aislado en el poblado de Lugás. Desde el cerro se domina buena parte del valle de Villaviciosa. En este lugar se respira una gran tranquilidad y un cierto magnetismo que hacen el lugar agradable. Alrededor de la ermita hay una serie de edificaciones pertenecientes al conjunto lo que hace pensar en la importancia de sus romerías o celebraciones. Según he leído una de estas edificaciones fue un albergue lo que hace pensar que fuera un punto de oración y descanso.
En esta iglesia destaca el amplio corredor que rodea la iglesia por el lado Sur y Oeste y las dos portadas que son románicas. Según he leído la iglesia originalmente es románica del siglo XII pero de ella solo queda la planta y las dos portadas. El resto es del XVII. No podemos ver el interior pues está cerrada como siempre. La planta del ábside es octogonal lo que hace pensar a algunos a relacionarla con el Temple y el Camino de Santiago.
Bajamos de esta iglesia y volvemos hacia Villaviciosa, esta vez, buscando más cuidadosamente la iglesia de San Juan de Amandi.
La encontramos y disfrutamos de su exterior pues también está cerrada. Tiene un pórtico o corredor que rodea buena parte del edificio pero este es del siglo XVII. La iglesia es románica del siglo XI o XIII. Es considerada como la Capilla Sixtina del románico asturiano. Sin embargo, exteriormente solo se muestra en el ábside y en sus portadas.
Entre ambas iglesias, en la carretera AS-255, hay en una curva abandonada, una portada de una finca con forma de puerta de muralla. De este punto, por un camino de tierra lateral parte un sendero llamado del los molinos del río Profundu. Se trata de un sendero que discurre junto a un pequeño río llamado Profundu. Este río, aunque las colinas circundantes no son elevadas discurre bastante encajonado y muy rodeado de una densa vegetación que da la sensación que indica su nombre. Antiguamente se aprovechó de tal forma sus aguas para la molienda que los molinos se sucedían uno a continuación de otro.
Nosotros recorrimos un par de kilómetros y su correspondiente vuelta. Vale la pena hacer el recorrido y disfrutar de su casi selvática vegetación en un sinfín de estupendos rincones. De los molinos vimos carteles de alguno del que no se distinguía ni los cimientos. Solo uno que se llama precisamente molino Profundu pudimos distinguir algo de sus muros y el clásico arco de salida del agua.
Tras este recorrido nos volvimos para casa.
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