Me voy con mi hermana y mi cuñado. Tenían ganas de ir a Alcalá de Jucar.
Para ello vamos por la autovía a Almansa. Continuamos hacia Albacete y nos salimos a Alpera tras dejar a un lado la enorme peña del Mugrón. De Alpera sale una carretera cómoda y en muy buen estado que continua hacia Alcalá del Júcar. Pasamos los altos de la Muela de Carcelén con buenos pinares y una vez cruzamos esta zona empezamos a bajar a los llanos de Alatoz y del propio pueblo de Carcelén. El descenso a partir de aquí es continuo a pesar de que visualmente no se aprecia. Pero hay que continuar unos cinco kilómetros para llegar al autentico bajón que hace el terreno casi en vertical para llegar al nivel del río Júcar. Y ahí en lo bajo de las hoces que hace el río está la población de Alcalá.
Recuerdo de pequeño haber ido con mi padre a este pueblo. Era viejo y pobre, del color del terreno y, como era verano, hacía un calor insoportable. Hoy a cambiado, el pueblo se ve blanco y con los tejados bien arreglados. Ahora el problema es que se ha hecho turístico y en pleno Domingo de Resurrección hay más gente que en el Corte Inglés. El Ayuntamiento no lo ha preparado mal y aparte de distintos organizadores del tráfico ha puesto puntos de aparcamiento en los llanos de la vega del río. En estos llanos hay hoy varios restaurantes donde se esparcen los turistas. También un mercadillo, en esta zona, ocupa bastante a los turistas que no son capaces de enfrentarse con las cuestas del núcleo urbano.
Para cruzar al pueblo hay que hacerlo por un antiguo puente, supongo que medieval y que los del lugar dicen que es romano. En los alrededores el río ofrece tranquilas arboledas y una playa donde la gente en verano supongo que se enfriará. Un azud que alimenta a distintas acequias a ambos lados embellece más el lugar. Uno de estas acequias alimenta a una minicentral eléctrica que hay aguas abajo así como a algún antiguo molino.
Las calles de la población son muy estrechas y empinadas. La circulación de coches es imposible en la mayoría. Una gran iglesia ocupa la zona baja. Es larga y con una torre bastante singular. Las casas están empotradas contra el terreno y muchas han ganado espacio creando cuevas que se meten en el terreno. Varias de estas cuevas son visitables aunque hoy es imposible meterse en ningunas de ellas.
Lo suyo es subir hasta la parte alta del pueblo y visitar el castillo. Aprovecha un meandro natural del río con paredes verticales. Un profundo foso corta el acceso por la única zona posible. Tras pagar un euro entramos y hay una gran explanada donde han colocado unas curiosas esculturas hechas con hierro reciclado. Están muy bien pero no se de quien son. Las vistas son estupendas. Se ve al fondo el río y la bien aprovechada vega a su alrededor. También se ve el pueblo y en la ladera de enfrente la plaza de toros que tiene sus graderíos excavados en la roca y asemeja a una especie de barco.
La torre del homenaje en gran medida reconstruida es visitable y ofrece mejores vistas si cabe.
Tras esto volvemos al coche y nos vamos a comer a Alpera pues entendemos que aquí es imposible con tanta gente. Habrá que venir en otras épocas para disfrutar de la tranquilidad de la zona.
En Alpera hay tres restaurantes para comer, todos ellos alrededor de la gasolinera. Dos de ellos están normalmente llenos de gente para comer las carnes a la parrilla que hacen. El tercero tiene poca clientela, no tiene las parrillas a la vista, necesitaría una renovación y limpieza pero su comida es tan buena o mejor que la de los otros y se come tranquilo y bien servido por su propietario. No me acuerdo del nombre. Las chuletas de cordero son excepcionales. Uno ya no recuerda en la Ribera lo que son chuletas de cordero.
Con esto ya nos volvemos felices para casa.
Me encantan las chuletas de cordero de Alpera con patatas a lo pobre.
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