Cuando uno sigue la Vía de la Plata hacia el norte, una vez dejado Cáceres, continúan las dehesas. No obstante esta zona suele estar más falta de arbolado en algunas zonas y más seca. El terreno es bastante llano pero de pronto empezamos a bajar a la profunda cuenca que forma primero el río Almonte y luego el Tajo. En esta zona ambos embalsan agua de la lejana presa de Alcántara. Por tanto primero bajamos hacia la cuenca de estos ríos y vamos cruzándolos y bordeándolos hasta volver a subir en Cañaveral. Es curioso ver toda esta amplia zona de agua en esta ocasión bastante vacía. Aunque es más bonito verlo lleno de agua es curioso verlo ahora en el que aparecen torreones, caminos y antiguos puentes en otras ocasiones cubiertos por el agua.
Por la tarde me escapo a ver un convento cercano, el del Palancar. Está en un pequeño pueblo cercano llamado Pedroso de Acim. Cuando llego dudo incluso de entrar pues pienso que será uno más. Nada más distinto. Es curiosísimo.
La parte moderna la componen fundamentalmente una iglesia y un claustro alrededor del cual se disponen todas las dependencias. Es muy bonita pues está muy bien cuidada. Muros son de sillar o de piedra pero todas las bóvedas son de ladrillo visto. Estas bóvedas de ladrillo es una forma constructiva bastante usada aquí en Cáceres. Tiene una factura que recuerda a la mudéjar pero se ha usado posteriormente en muchos lugares. Así, yo lo he visto en los pórticos de la plaza Mayor de Cáceres, en un púb, en un edificio antiguo y en algún otro sitio. Tanto la iglesia como todo el claustro tienen estas bóvedas dando un aspecto muy bonito.
Pero lo más bonito del convento es la parte antigua que nos enseña el monje. La fundó San Pedro de Alcántara. Pertenecía a la orden Franciscana. Esta orden por lo que comenta el monje tiene una regla bastante estricta y fomenta la humildad y la penitencia. San Pedro la llevó a niveles destacados. De esta forma, construyó este convento a conciencia de pequeño tamaño para fomentar la humildad y la v ida penosa. Tiene algo más de 70 metros cuadrados y vivían originalmente 18 monjes. Parece que entra uno en una casa de muñecas pues todo es extremadamente reducido y las puertas son muy bajas y estrechas. La pequeña puerta de entrada al convento (ahora desde el claustro del moderno) nos introduce en una especie de patio deslunado que es el claustro. Alrededor de éste se desarrollan todas las dependencias. A la izquierda una celda con muebles originales de los monjes de entonces, una tabla de madera como cama y poco más. A continuación se accede a la capilla muy reducida, más parecido a una cripta y hoy revestida de un mosaico moderno que no pega pero que es bonito. A continuación está el refectorio formado por dos bancos bajos de piedra en los lados más largos de la dependencia. En ellos se sentaban los monjes y comían sobre el regazo, sin mesa. El monje nos invita a sentarnos. El frío empieza a calar en mi cuerpo a pesar del jersey que llevo. El convento está situado en una zona no especialmente bonita a pesar de estar alto y tener una buena vista. Pero lo peor es que está en una cara norte de la montaña con lo cual hay muy poco sol y mucha humedad. Por el refectorio se entra a una habitación que hacía de almacén. Su regla obliga a tener pocas posesiones y almacenar poca comida. Cuando consiguen cultivar bastante deben de darla a los pobres. Si en un momento dado se quedan sin alimento deben mendigar. No pueden comer carne, pescado, ni huevos.
Ya en vida San Pedro fue famoso por su santidad. Fue director espiritual de Santa Teresa y Carlos I quiso que fuera su confesor pero él rechazó serlo.
Por la noche cené de tapas y raciones en los bares que hay alrededor de la plaza Mayor. En estos sitios todavía te ponen tapa con la cerveza. También nos tomamos alguna copilla en la calle Pizarro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario