A veces me meto más arriba por el valle. Hay un camino viejo
que se mete bastante arriba pero al final se sube por las peñas y está muy
desecho. Este trozo me gusta porque tiene algunas rampas hechas de piedras
grandes. Me imagino los romanos u otros hombres antiguos haciendo estos caminos
para subir a pueblos perdidos.
Si te apartas del camino te metes en bosques de robles y a
veces da miedo. Pero es bonito porque hay muchos arroyos entre los árboles y
muchas setas de todas las formas.
Un día di un paseo con mi papa y me enseñó la hojarasca y
las hierbas revueltas por los hocicos de los jabalíes. Ahora tengo más miedo
porque cuando oigo ruidos me imagino a los jabalíes. También hay corzos pero
pasan corriendo y casi no los ves. Te dan muchos sustos.
Mi papá trabaja en el ferrocarril. Vivimos cerca de la
estación en el campo. Hay seis casas iguales y nosotros vivimos en una. Tenemos
una explanada muy grande delante de las casas donde jugamos todos los niños y
por delante, más abajo pasa el tren al que le tiramos piedras.
Por la mañana vamos todos los niños de la estación hasta el
pueblo para ir al colegio. Los niños del pueblo son muy sucios pero es que
viven con las vacas. Se llevan muy mal con nosotros, dicen que somos
extranjeros y que nos vayamos con el tren. La maestra nos pone mezclados y nos
pega si nos peleamos.
También me acerco con mi padre al cargadero de vacas. Está
en la estación, detrás del almacén. Allí llegan los rebaños de vacas y los
meten en los corrales. Hay unos más altos y otros más bajos y los meten en
vagones que tienen dos pisos.
Yo ya no les tengo miedo a las vacas pero los pastores son
muy barbudos y van con palos y unos zapatos de madera.
Ahora, en invierno, me gusta estar en la cocina con mi mamá.
La cocina la llena de carbón y se está caliente. En mi habitación hace frío. Lo
que no me gusta es cuando mi madre me manda a por carbón al patio. Las manos se
me enfrían mucho y además se me ensucian con el carbón y cuesta mucho
limpiarlas. El carbón lo cogemos del almacén de los trenes. Hay bolas redondas
que mi mamá le llama ovoides o algo así y otras que son planchas grandes como
si fueran tejas que se llaman briquetas. Estas sí que me gustan porque no caben
en la cocina y hay que romperlas contra el suelo.
Dentro de la casa tenemos una escalera pequeña muy empinada
que sube al desván. Ese sitio tampoco me gusta pues está muy oscuro y lleno de
cosas viejas. A veces se oyen ruidos. Mi mamá dice que son ratones pero a mí no
me gusta.
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