Esta es otra excursión que teníamos Raúl y yo largo tiempo prevista pero hemos esperado hasta octubre para ver el hayedo de la zona en todo su esplendor otoñal.
Luisa y yo salimos temprano. Era una fría mañana con una razonable helada. –2 ºC en Huergas.
Salimos hacia La Robla y allí cogimos la carretera que se dirige hacia La Vecilla y Boñar para acabar en la nacional que se dirige hacia Riaño.
Raúl y Zulema, nuestros compañeros de correrías, no podían ir hasta la tarde por lo que nosotros decidimos ir haciendo camino y deteniéndonos a ver zonas que nos interesaran.
Así que cuando pasamos por el desvío, ya poco antes de la presa de Riaño, de Lois decidimos ir a visitarlo. En primer lugar nos llamó la atención lo escondido que está. Si no recuerdo mal son solo 8 kilómetros pero por una carretera muy estrecha y retorcida. En gran parte va encajonada en un vallecito y se hace largo el camino. No llega a las 10 h. de la mañana y el frío continúa. El paisaje es increíble pues los árboles caducos provocan una lluvia de hojas impulsada por una inapreciable brisa. Hay varios pueblos más escondidos en esta zona; de ellos solo se ven los carteles indicadores del desvío. Al final de la carretera se llega a Lois.
Se dice que es un pueblo de hidalgos y esto hace que hayan bastantes casas señoriales con escudo. Por lo que yo se hidalguía solo significaba que la familia era cristiana vieja y no procedente de moros o judíos. No creo que este pueblo ni en épocas doradas hubiera dado para mucha familia noble. Sin embargo su cierta riqueza pudo venir de la emigración de algunos de estos nobles a tierras americanas.
Como indica textualmente el librito de la Diputación de León llamado “Monumentos de la provincia de León”: “Casi todos los habitantes de Lois eran hidalgos, como indican los escudos de sus casas. Las familias más poderosas, los Alvaréz Acebedo y los Rodríguez Castañón, enviaban a sus hijos a seminarios, universidades, y a hacer carrera militar en Indias. Desde el siglo XVI el pueblo dio tres obispos, un prior de San Marcos, un regidor en Perú y un gobernador de Filipinas –entre otras personalidades-, y se convirtió en centro cultural de la montaña gracias a su Cátedra de latín, fundada en 1740.”
Es decir que a pesar de ser un pueblo perdido en la montaña tuvo unas familias que supieron moverse por el mundo y enriquecer su pequeño pueblo. Prueba de ello es su iglesia promovida por dos de sus obispos y que por su espectacularidad para un pueblo tan pequeño es llamada “Catedral de la montaña”. Una enorme iglesia de piedra anormal para el tamaño de las habituales de la zona.
En este pueblo la mayoría de las casas están rehabilitadas supongo que por gente de fuera que las usa para veranear.
También hay que destacar la “casa del humo”. Es una antigua casa al estilo palloza con techo de matojos y sin chimenea. El humo salía a través de los matojos. Por ello la llamaban casa del humo. Esto permitía que se conservara el techo y se mantuviera su impermeabilidad. En estas casas de una sola habitación separada en departamentos vivía el ganado, las personas y el grano. Es destacable esta casa porque hasta no hace muchos años vivía todavía un hombre de esta forma.
El recorrido hasta el pueblo es muy bonito pues discurre por gargantas cerradas entre bosques de robles y chopos.
Tras esto volvimos a salir hasta la nacional y seguimos nuestro camino hacia Oseja de Sajambre.
Pasamos la presa de Riaño, Riaño pueblo y seguimos hacia el puerto del Pontón. Es curioso porque aunque en este punto pasamos la divisoria de aguas entre la cuenca cantábrica y la del Duero, seguimos en la provincia de León. Y es que toda la zona de Sajambre, la cuenca alta del Sella pertenece a León porque el acceso a Asturias era mucho más difícil todavía. Pasar el puerto y empezar a bajar es un camino impresionante entre bosques y más bosques de robles. El valle a pesar de ser cerrado permite la existencia de unos pocos pueblos encaramados en la montaña como son Oseja, Ribota, Pierdes, Pio o Soto. A continuación de Soto el valle comienza a cerrarse y la carretera discurre por una garganta cerrada de increíbles cerradas. Constituye el desfiladero de los Beyos. No me extraña que hasta hace poco el camino hacia Asturias fuera imposible.
Por esta zona nos paramos creo que en Tolivia para ver una cascada que hay junto a un hotel rural. Allí pudimos degustar el suave queso de Beyos. Seguimos el camino que poco a poco se fue abriendo hasta llegar a Cangas de Onis.
Tras echar gas-oil (en esta zona no hay muchos sitios donde echar) nos volvimos a subir hasta cerca de Oseja, donde está el desvío hacia Soto de Sajambre.
El camino empieza a subir por una empinada ladera hasta introducirse en un elevado valle donde se encuentra el pueblo. Destacar del pueblo el enorme caserón de la escuela producto de un benefactor indiano oriundo del pueblo. Quieren hacer un mueso pues son muchos los materiales didácticos extraordinarios para la época de los que dispuso este colegio gracias a este hombre.
Tras comer hicimos tiempo hasta que llegaron nuestros amigos Raúl y Zulema. Cuando llegaron, subimos andando hasta el refugio de Vegabaño. Se puede subir en coche por una pista forestal hasta bastante cerca del refugio pero nosotros decidimos subir andando por los espectaculares bosques de hayas que hay por el camino.
Al final llegamos al refugio que se encuentra en un valle más alto que el del pueblo y ya a los pies de los grandes picos de la zona occidental de los Picos de Europa.
El refugio es una pequeña casa preparada para el duro clima de la zona y aprovechado al máximo su espacio para alojar a la máxima gente posible que lo necesite. Lo gestionan una estupenda pareja que viven en este duro ambiente junto a su hijo de unos pocos meses llamado Dovra (como el río cercano que discurre por este valle). Dispone de dos pequeñas habitaciones donde unas literas corridas permiten dormir a un buen número de personas. Unos altillos ideados y construidos por el guarda que recorren todas las habitaciones e incluso el pasillo permiten aumentar el número de gente que puede dormir en el refugio. Incluso el salón tiene dos amplios altillos donde duerme más gente.
La convivencia en un sitio tan reducido es solo posible por la buena disposición de los montañeros que en estos sitios se comportan con una solidaridad fuera de duda. La buena disposición de los guardas es también elogiable. Es complicado vivir más de treinta personas con un solo baño y un solo lavabo pero sucede.
Nuestro amigos Raúl y Zulema son buenos amigos de los guardas y esto nos permitió gozar de una cordial cena con ellos. Es notable la calidad y cantidad de comida que dan a todos los alojados con la precariedad de medios de que disponen. Solo decir que la nevera es el arroyo que discurre pegado a la casa.
Nosotros teníamos ganas de acampar y lo hicimos en el prado a pesar de que el PORN (Plan de Ordenación de Recursos Naturales) del Parque Natural de Picos de Europa incomprensiblemente lo prohíbe. Es normal que en parques naturales se prohíba la acampada pero no vivaquear, es decir se permite montar la tienda cuando anochece y por la mañana temprano desmontarla. Aquí en este parque esto se permite a partir de los 1600 metros de altura pero no aquí que hay 1300.
La noche era fría pero pudimos aguantar en nuestras tiendas.
Por la mañana, tras un buen desayuno subimos al pico Jario. Es un humilde pico cercano, una de las primeras estribaciones de los Picos. Sin embargo es cómodo y tiene unas vistas espectaculares de todo el valle de Vegabaño, de Sajambre, de Valdeón de buena parte de los Picos Occidentales y de los Centrales.
En el refugio está presente siempre la estrella del macizo occidental que es la Peña Santa de Castilla visible desde cualquier punto de esta zona.
Tras una espléndida comida en el refugio nos volvimos a Soto y con cierto cansancio pero un gran placer nos volvimos para casa.
Las hayas, las hayas son impresionantes.