Es conocido la afición que tengo a la minería. Una de las cosas que siempre he deseado es poder entrar a una mina. Lo conseguí hace algunos meses bajando a la mina Tabliza también llamada Emilio del Valle de la Hullera Vasco Leonesa.
Ahora a través de Beni, un compañero de trabajo, ha conseguido concertar una visita a otra mina, esta vez del Bierzo, la mina Malabá. Su cuñado trabaja como barrenista en ella y le quedan ocho días para prejubilarse.
Así que me tengo que levantar temprano. A las 7 h 30’ recojo a mi amiga Luisa y en La Robla a Raúl. Seguimos camino del Bierzo pasando por La Magdalena y Valdesamario. Pasamos por Tremor de Arriba y al final llegamos a Torre del Bierzo. La mina está cerca de la población.
Llegamos a las 9 h 30’ y allí nos encontramos a Beni, a su novia Andrea, a su cuñado José y a su sobrino. Pasamos a los vestuarios de los ingenieros y nos dan la ropa para entrar. Mono, botas, casco, cinturón, guantes y mascarilla. Tras vestirnos pasamos a la lampistería donde nos dan las correspondientes lámparas que colocamos en el casco. Las minas del Bierzo no contienen grisú por lo que no es necesario llevar rescatadores. No obstante hay abajo.
Ya preparados nos pasan a enseñar los vestuarios de los mineros. Es un gran almacén con tres grandes salas contiguas. La primera es la sala limpia donde están las taquillas y los mineros llevan la ropa de calle. La segunda sala es una ducha corrida y a continuación está la tercera o sala sucia donde los mineros se ponen o quitan los monos de trabajo. Esta es la típica sala donde cuelgan la ropa sucia del techo subiéndola con unas cadenas atadas a las paredes.
Tras esto nos enseñan la sala de máquinas donde están las grandes bobinas que enrollan los cables que suben y bajan las jaulas por el pozo. Todo entra y sale por el único pozo que posé esta mina. Posee dos jaulas y mientras una sube la otra baja. Un mismo motor mueve las dos bobinas, una recoge el cable y la otra lo suelta. Junto a la sala de máquinas está el pozo.
En cada jaula caben dos vagonetas. Cuando salen, un ingenioso sistema de railes circular, permite que éstas por gravedad bajen hasta el volcador. A continuación un elevador las vuelve a subir ligeramente y de nuevo por gravedad bajan hasta el pozo.
El maquinista posee una pequeña cámara de televisión donde ve la parte inferior del pozo y puede controlar la carga y descarga abajo. Todo un avance teniendo en cuenta que para comunicarse usan todavía unos teléfonos que suenan girando una manivela.
Esperamos a que haya un viaje para abajo libre y por fin entramos en la jaula. Antes nos hemos hecho la correspondiente foto antes de entrar para comparar con la de salida. La jaula solo posee una barra como puerta y es para impedir que una vagoneta se pueda salir. El pozo no es muy grande y se ve bien las paredes al bajar. La velocidad es alta pero baja muy suave. El pozo tiene solo dos niveles y 265 m de profundidad total. El nivel más alto está ya explotado y abandonado. El nivel inferior es al que vamos. El pozo no baja más.
Abajo salen dos galerías opuestas. Una comunica con las galerías de otro pozo, supongo que como sistema de seguridad de ambos. La otra nos lleva hacia la explotación. Es una galería pequeña con un par de metros de altura y poco más de anchura.
Según me comentan la veta que explotan de carbón forma en esta mina un sinclinal. El pozo está en la zona baja del sinclinal. La veta está unos pocos metros más debajo de este nivel de galería y no está explotada. La galería empieza a correr hacia uno de los lados donde la capa empieza a inclinarse y elevarse. Es en esta zona donde se está explotando. Tenemos que caminar un buen trozo hasta llegar donde la galería empieza a inclinarse con pendiente hacia arriba siguiendo el recorrido de la veta. De esta galería salen otras transversales que cortan la veta. Entre la superior y la inferior está el taller en esta zona llamada rampa. Aunque la potencia es variable suele estar por los 70 cm de espesor. En el Bierzo este es un espesor considerable teniendo en cuenta que se explotan hasta vetas de 30 cm. No obstante meterse en una rampa de 70 cm tumbado arrastrándose impone bastante. Encontramos dos rampas entre el nivel 5 y 6. Una de ellas está entibada con madera y se pica con martillo colocándose varios mineros a lo largo de la rampa. Impone meterse en ella y ver el techo de roca encima a unos pocos centímetros de tu cuerpo y sujeto por unas puntalas de madera. Delante tienes el carbón y junto a el el pancer o cinta transportadora donde cae éste y corre rampa abajo hasta la galería inferior. Detrás tienes la roca hundida al dejarla cerrarse quitándole los puntales en un hundimiento controlado.
Luego visitamos otra rampa. Está apuntalada con puntales metálicos hidráulicos. En esta rampa usan un cepillo que es la que se encarga de romper y empujar el mineral.
Los pánceres de los talleres descargan el carbón en cintas transportadoras que se mueven por las galerías hasta un silo que cargará el carbón en vagonetas para sacarlas por el pozo. El material (se llama así a herramientas, puntales, cerchas, etc.) se lleva por vagonetas colgadas por vigas y empujadas por cables tirados por unos grandes cabestrantes. Hay en algunas de ellas raíles en el suelo pero no se suelen usar por falta de espacio o deformaciones del suelo.
En esta zona es difícil moverse por las galerías pues están llenas de puntales de madera, vagonetas, maquinaria, cintas, barro...
Subimos al nivel 7. Esta galería se está abriendo todavía. Para ello gastan una rozadora empujada con cadenas que apenas cabe en la galería. La veta entre el nivel 6 y el 7 consecuentemente no está explotada.
Nos vamos al nivel 5 y entramos en la rampa de la rozadora. Aquí el polvo es imponente y apenas deja ver. Hay que ponerse las mascarillas. Entro en la rampa y hay que arrastrarse cuesta arriba entre las puntalas. Entre el casco, la mascarilla, el polvo y el esfuerzo para arrastrarse, la respiración se hace difícil. Aquí vemos el cepillo. Es una maquina que tiene una especie de ganchos que van raspando el carbón y haciendolo caer al pancer. Cuando pasa la cabeza del cepillo por el punto donde estoy, hace presión sobre la veta y todo se mueve, incluso los puntales por efecto de la presión que hace la máquina. El techo suelta polvillo.
Salimos de aquí y ya nos vamos de vuelta hacia la salida. Todavía José nos enseña unas galerías de una zona abandonada. El ambiente es tétrico. Todo está oxidado y podrido. Son muchos los restos de raíles, cerchas y tuberías que quedan abandonados. Yo casi diría que se hace una mina de hierro para explotar una de carbón. Aquí podemos ver un par de hundimientos. Uno de ellos ha colapsado la galería totalmente. El otro ha doblado las cerchas por la presión del techo y se ha apuntalado con puntales hidráulicos para que no se cierre totalmente la galería. Aunque esta zona está abandonada se usa para que circule el aire fresco que entra. El aire se va forzando por unas galerías hasta las zonas de trabajo y por otras se hace salir.
Nos enseña también la entrada de una galería donde hace un año o dos se encerraron varios mineros en protesta por una de las regulaciones del sector. Mantienen el lugar como si fuera una capilla. Es un símbolo de la lucha por el trabajo. Queda las cortinas de plástico que pusieron para protegerse del frío y la humedad, la mesa de madera donde comían y jugaban a las cartas así como un panel con todos los recortes de periódico que les citaban.
Solo nos faltaba ya un último gusto que también nos dieron. Fue el de subir en la jaula del pozo con el techo de protección quitado. Al principio empieza a ascender la jaula y no se ve nada arriba. Hay que esperar hasta más allá de la mitad de la subida para que se empiece a ver algo de luz arriba. Poco a poco se va viendo cada vez más luz y mejor las paredes y las tuberías de todo tipo que hay enganchadas a la pared. Este pozo tiene los ventiladores en otra boca no utilizada hoy en día. Por ella entra el aire fresco para ventilar las galerías. Por el pozo en uso sale el aire viciado y lleno de vapor y polvo. Por ello se ve una especie de vapor y niebla que sale por la boca.
Tras ello ya solo nos quedó hacer la foto de rigor manchados y a las duchas. Hay que frotarse y restregarse bien y con buena cantidad de gel pues el polvo se ha metido hasta los calzoncillos. A pesar de ello tengo que meterme de nuevo porque todavía me quedan restos en los ojos y en las orejas. Y por mucho que uno se lave siempre queda un contorno como de rimel alrededor de los ojos que no se va hasta pasado algún tiempo.
Ya limpios nos vamos a recuperar fuerzas comiendo. Todavía estamos en las Jornadas Gastronómicas del Bierzo y hemos reservado mesa en el restaurante Las Hoyas del pequeño pueblo de San Facundo. Es un lugar excelente para comer con un gran ventanal que da al campo, en un día lluvioso como hoy y al lado del fuego. Todos los restaurantes de estas jornadas se han esforzado en hacer comida de diseño con un cierto regusto de la comida tradicional pero yo creo que en este intento muchas veces no se da un buen resultado. Aquí comí garbanzos con pulpo muy bien presentado en una cazuelita pero muy escaso de garbanzos y sobre todo de pulpo. De segundo tomé risotto de anguilas con manzana reineta. La anguila además de escasa estaba dura y reseca por efecto del arroz blanco seco que la contenía. No estaba blanda y gelatinosa como la hacen en Valencia.
Tras una buena sobremesa regada con variedad de aguardientes nos fuimos cada uno para nuestra casa.