Volvemos de Valencia a León y, como últimamente, vamos por Soria. Hemos pasado muchas veces por el desvío que lleva a Santo Domingo de Silos pero siempre hemos ido con demasiada prisa.
En este viaje vamos con un poco más de tiempo y nos hemos decidido visitarlo. No es muy buena época para visitas pues estamos en Semana Santa y está lleno de gente. Según nos desviamos por la carretera que lleva al monasterio nos vamos metiendo en un estrecho valle de poca profundidad y rodeado de peñas. Tras un buen recorrido por carretera estrecha el valle se amplia y aparece el pueblo donde está el monasterio. Es un bonito pueblo, antiguamente amurallado, que por la pinta se creó alrededor del monasterio para servicio de éste. Son casas de mampostería con sillares las más nobles. Hoy en día muchas de ellas están dedicadas al turismo. El pueblo ha habilitado un gran aparcamiento para que los coches puedan aparcar y no estropeen la imagen de las calles.
Vamos rápidamente hacia el monasterio pues no disponemos de mucho tiempo. Las visitas son guiadas y tienen ciertas horas. Nosotros conseguimos entrar en la última de la tarde. Vale 3,5 € por persona.
Lo único que enseñan es el claustro que es la verdadera joya, la botica que también vale la pena ver y un antiguo comedor que ahora lo tienen como pequeño museo.
El claustro se comenzó en el siglo XI y se terminó en el XIII. Destaca los bajorrelieves de gran calidad que hay en las esquinas y el artesonado policromado del techo. El conjunto en si con sus bajas columnas también dan una gran belleza.
La botica consta de dos salas. La primera es el taller donde se realizaban todos los cocimientos y procesos alquímicos para obtener los productos de las plantas. La segunda más noble dispone del botamen dispuesto en estanterías con tarros de cerámica para guardar los productos derivados de las plantas. También consta de una biblioteca con libros sobre botánica y ciencia en general de gran valor. La botica es del siglo XVIII. En la botica no dejan hacer fotos por lo que no sacamos vistas de ella.
En el siglo IX ya se formarón pequeñas comunidades monástico familiares en el valle. En el siglo X fue cuando apareció como tal el monasterio de San Sebastián de Silos. Hacia mediados del siglo X, las incursiones continuas de Almanzor hicieron que el monasterio no progresase. Pero entonces llegó un monje riojano llamado Domingo que durante 32 años dio un fortísimo impulso. Tres años después de su muerte sería canonizado como muestra de su gran santidad.
En el siglo XVI vuelve a tener una época de mayor esplendor y es cuando se construyen buena parte de las edificaciones actuales como su iglesia neoclasico – barroca.
En 1835 la desamortización de Mendizábal casi acaba con el monasterio pero 45 años después volvió una comunidad de monjes procedentes de Francia que salvó lo que hoy existe.
No tenemos mucho tiempo de entretenernos en los tranquilos alrededores y tomamos de nuevo el coche para continuar nuestro camino.