Estamos en nuestro sexto día de vacaciones en Navarra.
Cansados ya de tanto coche decidimos dedicarnos más a caminar. Para ello nos
quedamos en el valle del municipio de Urraul Alto, donde se encuentra la
hospedería en la que nos alojamos.
Se trata de un valle situado en el Prepirineo. No son
montañas muy altas pero su naturaleza caliza las hace atractivas con sus
cortados. En este valle se alternan las parcelas cultivadas principalmente con
cereal y el monte. Según se va ascendiendo por el valle el monte está cada vez
más arbolado existiendo grandes extensiones de pinar y algo de roble y haya.
La despoblación ha sido salvaje. Entre todas las aldeas del
municipio solo quedan 165 habitantes cuando al principio del siglo XX rozaban el millar.
Había cerca de una veintena de aldeas de las que bastantes están hoy
deshabitadas. La falta de recursos fuera de los agrícolas y forestales y sus
malas comunicaciones han despoblado el valle. Todavía hoy, la carretera que lo
recorre es tan estrecha que difícilmente se cruzan dos coches sin tenerse uno
que parar y eso que la orografía no es tan complicada.
Las grandes compañías suministradoras abandonan estas
zonas a su suerte y no se molestan en abastecerlas. De esta forma, hoy día no
llega internet a estos pueblos sino es por satélite y los móviles no tienen
cobertura en la mayor parte del término. El Gobierno en su desidia y abandono
de las zonas rurales no se molesta en exigir a estas empresas, que no son más
que concesionarias de un servicio público, en obligar a que lo proporcione y no
solo donde hay gran negocio.
La cuestión es que decidimos subir a la aldea de Ayechu y
caminar hasta el despoblado de Larraun. Llama la atención de las aldeas de la
zona en su limpieza y cuidado a pesar de la poca gente que vive y de su uso
agrícola. Da gusto ver que, hasta las granjas, tienen una limpieza y un orden
digno de mención.
Llegamos a Ayechu y una amable mujer nos indicó cómo
llegar hasta la población abandonada de Larraun. Solo teníamos que seguir un
buen camino de tierra por el valle lateral en el que se encuentra la aldea.
Caminamos con ganas en un día soleado e incluso
ligeramente caluroso. Disfrutamos del sol tras tantos días de lluvia sufridos
en nuestra actual residencia en Galicia.
Ya cerca del despoblado nos apareció una puerta que nos cerraba
el paso en el camino. Un cartel indica que el camino es particular y la
propiedad privada. Pasamos por un lateral donde hay un paso secundario un tanto
escondido. Es muy habitual en nuestra España que cierta gente se haga con
caminos y zonas abandonadas y las cierren al libre acceso cuando son claramente
públicas. El Estado en su desidia no hace nada a este respecto o incluso lo
protege.
Nosotros pasamos por el acceso secundario que claramente
está abierto porque no pueden cerrarlo y continuamos nuestro camino.
Pronto llegamos a donde estuvo la aldea. Realmente esta
aldea fue muy pequeña pues solo se ven dos grandes caserones y ni siquiera hay
una iglesia. Uno de los caserones ha sido rehabilitado y seguramente por las
marcas que se ven a lo largo del camino lo utilizan para cacerías.
Como pronto hemos culminado nuestro destino decidimos
intentar ascender hacia la gran peña destacada de esta zona que se llama la
Peña de la Raja. Se trata de un gran farallón calizo destacable por su
prominente pared rocosa que mira al valle y su enorme grieta que la cruza
horizontalmente separando estratos y que le da su nombre.
Para acceder a él, según nos indicó la mujer hay que
desandar parte del camino y tomar una bifurcación hacia el Norte.
Empezamos a ascender por este camino sin convicción alguna
que llegara hasta la cumbre. Además pensábamos que la cumbre estaba demasiado
lejos para la hora en la que nos estábamos metiendo y las escasas fuerzas que
nos iban quedando de toda la semana. No obstante empezamos a ascender y
ascender y zigzaguear por el camino hasta llegar a la misma cumbre. El camino
se mete por una zona recóndita de gran belleza y enorme tranquilidad. Uno de
los ramales llega hasta la cumbre de la misma Peña de la Raja que
sorprendentemente es muy plana y ocupada por un prado. El acceso al borde de la
peña es muy dificultoso debido al lenar muy avanzado que forma la roca y a los
matorrales. La vista no era muy buena pues el cielo no estaba suficientemente
limpio.
No pudimos dedicar el tiempo que hubiéramos querido a la
zona pues se nos hacía muy tarde y habíamos quedado con la hospedería en que
nos prepararan comida.
Bajamos a toda leche y llegamos a comer cerca de las
cuatro de la tarde.
En el camino de ascenso a la peña encontramos una
edificación prácticamente derruida que nos pareció una ermita o quizás una
iglesia de otra aldea que ni siquiera está en los planos. Y decimos aldea
porque alrededor se ven algunos restos de muros que inducen a que hubieran
otras edificaciones.
La caminata fue de casi 18 km medidos con el GPS pero valió la pena.