Hay que seguir el camino asfaltado siempre por el principal. El camino tras un tramo bastante estrecho empieza a bajar para cruzar por un vado el río Camuza. Tras vadearlo hay un cruce. Siguiendo recto se va a la cueva de la Araña (está marcado con un cartelito). Girando hacia la izquierda se sigue el camino principal y es por donde tenemos que ir. La carretera empieza a subir y subir. Al final se empieza a llanear entre pinares. Vamos por un gran caballón que corre entre los ríos Camuza y Fraile. Hay que ir con mucho cuidado por toda esta carretera, es muy estrecha y con curvas y te puedes encontrar un coche de frente cuando menos te lo esperas. No es raro recorrerla y no cruzarte con nadie, pero hay que ir con cuidado, especialmente a partir de mediodía que es cuando salen a la montaña todos los dormilones. Esos que se despiertan a mediodía, deciden salir a la montaña y van con sus gafas de sol, sus coches de carreras o sus todo terreno y su histeria de cualquier día. Se creen que corriendo se puede recuperar todo lo que han perdido de mañana y al final no están más de cinco minutos en ningún sitio ni ganas que tienen.
Volviendo al recorrido seguimos entre pinares y tras un largo tramo aparece un amplio cruce con un camino de tierra a la derecha. Un cartel pone Caroche. Nos metemos por este camino. No está mal pero hay que ir con cuidado en algunas zonas más estropeadas para no dejarse el carter en una piedra inesperada. Nos vamos acercando al macizo del Caroche y cuando llegamos a su base hay un cruce con un deposito contra incendios. Ya estamos en el plano de la pagina anterior. Durante este recorrido vamos dejando los pinares y vamos metiendonos en zonas más peladas con macizos de pinos más aislados. Seguimos el camino principal que mantiene el macizo del Caroig a la izquierda. Al final llegamos a un cruce con una explanada ancha que es donde dejamos el coche. Aquí hay otro deposito contra incendios más antiguo, de ladrillo. Se alimenta por una fuente que hay en un bancal un poco más arriba y del que podemos abastecernos de agua. Por aquí pasa el GR7, ese gran sendero que empieza no se si en Grecia o en Rumanía y acaba en el estrecho de Gibraltar. Hay un cartel explicativo y podemos ver sus marcas rojas y blancas.
Me ha costado sobre dos horas llegar aquí. Por suerte, esta noche pasada, ha sido el cambio de hora y creo que por primera vez en la vida no me he acordado. Esto ha hecho que haya salido de casa a las siete con lo cual a las nueve ya estoy aquí. Me bajo del coche y me sorprende el frío que hace (en el coche iba con una temperatura ideal). Habrá unos pocos grados sobre cero pero lo peor es el aire que hace. Estamos en un invierno extraño con muchos días de poniente. En éste, hace un poniente con aire fuerte y nubes sueltas, resto de los frentes que han dado lluvias en la España occidental o atlántica. Voy preparado con ropa de abrigo y me la pongo.
Cojo el primer camino de la izquierda y empiezo a subir. El ambiente es un poco mágico. Voy cara al sol pero el macizo me lo tapa, con lo cual solo veo los rayos de luz que marcan los duros pinos que aguantan estas alturas. La humedad aquí es alta pues las nubes pasan rozando los pinos y las hierbas que están chorreando. El macizo está formado por una serie de amplias banquetas casi planas donde crecen los pinos y todo tipo de pratenses en vez del matorral que hemos dejado más abajo. Se ven incluso algunos chopos que marcan la humedad que hay en esta altura. Hay que tener en cuenta, también, que caminamos por la umbría. Cada banqueta está delimitada por largos cortados de no más de cuatro o cinco metros de altura. Sucesivos cortados delimitan las distintas banquetas, cada vez más altas, hasta llegar a la cumbre. Los cortados, en su erosión, forman numerosos rincones, formas extrañas y arriesgadas en difícil equilibrio e incluso algunas oquedades que dan un aspecto más misterioso. Las hiedras abundan aprovechando la humedad y las perfectas paredes en las que encaramarse.
Cuando se llega arriba nos encontramos una torre de vigilancia permanente. Tras saludar al vigilante, que está calentito tras los cristales, me asomo al cortado de la cara sur. Este cortado es mucho más alto y marcado. El macizo se despeña con mayor violencia hacia el profundo valle por donde corre el río Fraile.
Cuando se llega arriba nos encontramos una torre de vigilancia permanente. Tras saludar al vigilante, que está calentito tras los cristales, me asomo al cortado de la cara sur. Este cortado es mucho más alto y marcado. El macizo se despeña con mayor violencia hacia el profundo valle por donde corre el río Fraile.
La vista es impresionante. Todas las montañas que hemos recorrido en coche parecen pequeños montículos desde aquí arriba. No hay ninguna sierra que le haga sombra hacia el este con lo cual se ve perfectamente el mar y La Ribera. Se ve incluso Valencia. Puede dedicar uno un buen rato en ir distinguiendo las muchas montañas que ha ido recorriendo por toda la provincia de Valencia. Desde aquí, hacia el oeste, destacan también los llanos de Almansa y el gran macizo de la Meca ya en terrenos de la provincia de Albacete. Con este aire no se puede quedar uno mucho tiempo y hay que resguardarse o bajar. La subida ha costado poco más de media hora. También conviene destacar esos restos aislados del macizo como son la Media Barchilla y el Celemín, auténticos dados rocosos inexpugnables por sus altas paredes verticales que las forman.
Como queda mucha mañana decido gastar energías recorriendo un tramo del GR7. Si lo sigo hacia el sur bajaría hacia el río Fraile lo cual supone después tener que subir, cosa dura y peligrosa si no controlas tus fuerzas. Hacia el norte llanea más y es el recorrido que sigo.
El sendero sigue una pista forestal amplia y en buen estado. Va en una media ladera, a los pies de un larguísimo cortado que remata el Alto de las Cruces. A la derecha tenemos el profundo valle que recoge aguas hacia el río Camuza y más adelante hacia la rambla de Murall que va en dirección contraria, hacia Cortes. Todo el recorrido está pelado. Seguimos la dirección, curiosamente, que va hacia la columna de vapor que sube de las chimeneas de la nuclear de Cofrentes. Llama la atención las casitas aisladas que se van viendo en las que en su día se refugiaban los que trabajaban en estas zonas perdidas, con sus rebaños o sus pequeños campos de cereal, algarrobos, olivos ... ahora en ruina testigos de una dura vida. Llego hasta la fuente del Roñoso que ya no encuentro pues nadie cuida ya estas cosas. La vuelta es dura pues el pateo ha sido importante. Destacar de este recorrido, también, las numerosas zonas donde la carretera es una losa plana de piedra, cabeza del estrato de roca inferior. Vuelvo al coche y ya me voy con calma a Algemesí.
No me extraña que el Caroig sea considerado un pico un tanto mágico. Es como el Peñagolosa en Castellón, un gran macizo en el centro de la provincia y que está presente casi en cualquier sitio de ella pues es visible desde muchos sitios.
No me extraña que el Caroig sea considerado un pico un tanto mágico. Es como el Peñagolosa en Castellón, un gran macizo en el centro de la provincia y que está presente casi en cualquier sitio de ella pues es visible desde muchos sitios.